jueves, 17 de diciembre de 2009

"Me habían liberado pero estaba desaparecida de mí misma", expresó una sobreviviente

Dos Madres de Plaza de Mayo, una integrante de HIJOS y su madre, ex detenida-desaparecida, prestaron declaración ante el Tribunal Oral Federal Nº 2 por los crímenes cometidos en el CCD Club Atlético, uno de los eslabones del circuito ABO.

El primer testimonio fue el de Carmen Aguiar de Lapacó, madre de Alejandra Lapacó, desaparecida el 17 de marzo de 1977. Carmen, quien también fue secuestrada junto a su hija, su yerno y un sobrino, integra la Asociación Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, y declaró con la foto de su hija en el pecho durante casi dos horas.
El día del operativo estaba en la casa su hija Alejandra, su compañero Marcelo Butti, su sobrino Alejandro y Carmen. Los militares tomaron las bebidas alcohólicas que había en la casa y cuando terminaron preguntaron: “¿Podemos tomar agua fría?”.
“Un absurdo”, sostuvo Carmen, “¿se me tomaron todo el alcohol y ahora piden permiso para tomar agua?”. Tres días pasó Carmen en el CCD Club Atlético, en los que pudo tener contacto con su hija. “La última vez que vi a Alejandra me abrazó y me dijo que no daba más, que la estaban picaneando mucho”.
A la declaración de Carmen Lapacó siguió la de Paula Maroni, hija de Juan Patricio Maroni, detenido-desaparecido el 5 de abril de 1977 junto a su mujer, María Rosa Giganti, quien fue liberada días después. Paula, con un pañuelo de HIJOS en el cuello, explicó lo que significa ser hija de un desaparecido. Su testimonio giró en torno a tres cartas de su padre.
En una de las misivas, Patricio daba cuenta de su convicción cristiana y afirmaba que para él la única manera de ser cristiano era estar con los más necesitados. En otra, se mostraba desencantado con la realidad política del país, en particular con las políticas de Isabel Martínez de Perón, señalaba la urgencia de terminar con el sometimiento del pueblo, y hablaba de “independencia económica”. En la tercera y última carta que leyó Paula ante el tribunal, Patricio le contaba a su papá –y abuelo de Paula– que en breve él también sería padre.
Paula también se refirió a la importancia que significó y significa para ella pertenecer a la agrupación HIJOS, ya que junto con el resto de sus compañeros ha podido tramitar el duelo y convertir ese dolor en acción, así como los escraches permitieron en tiempos de impunidad construir “la condena social”.
Dos de las letradas defensoras de los represores interrogaron a Paula acerca de la pertenencia política de Juan Patricio. A la abogada Verónica Blanco, la joven respondió que lamentablemente no podía saberlo porque su padre no estaba con ella desde 1977 y que los compañeros que militaban con él, que podrían saberlo, se encuentran desaparecidos.
La abogada Valeria Corbacho insistió: “¿Pero usted sabe si su padre pertenecía a un movimiento político que estaba prohibido y era ilegal en esa época?”. Ante esto, la fiscalía se interpuso: “Toda la actividad política era ilegal durante la última dictadura militar”. “No ha lugar”, resolvió el tribunal.
Por su parte, Erniqueta Maroni, la abuela de Paula, declaró con la foto de sus dos hijos desaparecidos en el pecho y el pañuelo de Madre de Plaza de Mayo en la cabeza. Enriqueta fue testigo del secuestro de su hijo y su nuera. Desde entonces, guarda en su memoria las caras de los represores que usurparon su hogar para llevarse a los jóvenes. Tiempo después, de hecho, pudo reconocer que uno de los que había raptado a su hijo Juan Patricio era el ex agente de Inteligencia, Raúl Gulielminetti, hoy imputado en la Causa ESMA. Enriqueta relató además el secuestro de su otra hija, Beatriz Maroni, junto a su compañero, Carlos Alberto Rincón, quienes permanecen desaparecidos.
Enriqueta, al igual que Paula, describió el regreso de María Rosa Giganti como la llegada de otra persona, “distinta”. Y como su nieta, valoró el haber sido capaz de juntarse con otros familiares e integrarse a las Madres para realizar una búsqueda colectiva y no en soledad.
No faltaron las anécdotas en su declaración. La familia de Enriqueta, durante la dictadura, padeció una persecución constante. En cierta ocasión que Paula salía de la escuela junto a sus primos, se encontraron con todo el barrio (y su propia casa) cubierto con pintadas que decían “Enriqueta Maroni, madre de terrorista”, entre otras frases, suceso sobre el cual Enriqueta aportó fotos al tribunal.
La Madre de Plaza de Mayo recordó a Emilio Mignone, fundador del CELS: “Él me enseñó que debíamos hablar de ‘detenido-desaparecido’ y no de ‘desaparecido’, a secas. Porque a los desaparecidos pretenden quitarles entidad, en cambio el detenido es una perdona con proyectos. Los detenidos-desaparecidos son hombres y mujeres que luchaban por la vida y no por la muerte”.
Tampoco falto el agradecimiento al tribunal por llevar adelante este juicio, y completó: “Nosotros ya hemos hecho todo lo que pudimos para que haya justicia, ahora les toca a ustedes, a la Justicia”.
El testimonio de María Rosa Giganti, compañera de Juan Patricio Maroni y madre de Paula, cerró la audiencia. María Rosa contó el secuestro junto a su marido y lo difícil que fue volver. “Me habían liberado, pero estaba desaparecida de mí misma”, subrayó. No saber qué había ocurrido con su marido la desesperaba, lo buscó incansablemente, hasta que entendió que no regresaría. “Me costaba vivir cada día”, dijo.
Cuando salió del Atlético y volvió a casa, a María Rosa también se le hizo difícil conectarse con su hija. “Yo era una persona mutilada”, aseguró. Años más tarde, pudo reconocer que estuvo detenida en el Atlético porque participó activamente de la reconstrucción de ese centro de detención hoy convertido en un espacio de memoria. Asimismo, el lapso en el que estuvo cautiva allí coincide con el período de funcionamiento de ese campo. “M-46” era la identificación de María Rosa adentro del Atlético.
Psicóloga de profesión, María Rosa explicó lo duro que resulta para la psiquis humana comprender la desaparición de una persona. Nunca pudo reponerse, se llevaron al hombre que había elegido para compartir su vida. “Patricio era un hombre maravilloso, buen compañero, buen hijo, buen padre”.
María Rosa agradeció a los Maroni por haberla acogido y contenido durante todos estos años y sostuvo que la memoria continuará viva en la familia: “Voy a contar a mis nietos quién fue su abuelo”.

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